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21 días de verano – Parte I

Hoy he sido valiente, hoy me he llenado de energía fuerza y coraje y he hecho algo que no hacía desde hacía mil años…

…he ido a la playa en domingo…

Sí, para los que vivimos cerquita de la playa, y podemos acceder a ella en cualquier momento, ir en domingo, es poco menos que un suicidio…caravanas, atascos y gente a mansalva, hace que te lo pienses dos veces, antes de salir de casa…si el trabajo te lo permite, casi es preferible acercarte cualquier tarde a darte un chapuzón, antes que embarcarte en semejante odisea.

Así que, teniendo esto en cuenta, ni me acuerdo de la última vez que fui a la playa un domingo, en pleno mes de julio…pero mira oye, hoy el asunto ha cuadrado así, y como yo soy una tía echada «palante», he dicho… «que leches, vamos al lio, que a mi me gustan las emociones fuertes» y me he plantado rápido el bikini, sin darle tiempo suficiente a mi mente, como para que se arrepintiese.

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Y allí que me he ido…lógicamente he hecho un poco de trampa, le he pedido a mi papi que me acercarse, para evitar empezar el día ya de mala leche, por no encontrar aparcamiento…parece que no, pero salvando ya ese obstáculo, es como si a Frodo le hubiesen dejado directamente en Mordor…aunque todavía queda la parte dura, menudo trecho que nos quitamos de encima…

…una vez superado esto e iniciado el caminito que nos llevaba hasta la playa, el olor a Nivea mezclado con la brisa marina me hizo revivir sensaciones ya olvidadas…sensaciones que me recordaron cual es la esencia playil por excelencia…los domingos.

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Primero, llegas al final de la pasarela y cual Rodrigo de Triana gritando «tierra a la vista», te paras, y con la mano sobre los ojos, para evitar el deslumbramiento del sol, te quedas ahí mirando la inmensidad del mar…y de la arena, claro, para elegir así la zona en la que depositar tus enseres y plantar tu bandera de conquista…la sombrilla…ayyyy bendito arte el de clavar la sombrilla…ojo, que esto no se aprende así a la ligera, ni se busca en un tutorial de youtube, de eso nada, eso es una tradición milenaria pasada de padres a hijos, un arte, una disciplina, una técnica depurada con los años y que hace que se diferencie a la perfección, la buena de la mala clavada de sombrilla…luego vinieron las pamplinas esas de los pinchos auto-clavables, los cuales solo tienes que enroscarlos en la arena, y la sombrilla quedará perfectamente pinchada…bahhh, trocherías, el buen dominguero domina perfectamente la técnica, y no necesita ayudas técnicas de ningún tipo.

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Una vez elegido el sitio, llega el momento de construir la fortaleza…si, si, nada de carpas ni estructuras ya prefabricadas, ni moñerias de esas…una maraña de sombrillas, cuya colocación está milimétricamente estudiada y diseñada, para no dejar pasar ni medio rayo de sol…una estructura coronada y rematada por un material único e inigualable…un material que ansian tener los mejores arquitectos nacionales e internacionales, por su sostenibilidad, estética y durabilidad…la sábana de flores, cogida con pinzas…ohhhh!!! una auténtica maravilla que se convertirá en tu parcela de primera linea de playa durante, las próximas 8 o 10 horas.

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Y ahora empieza lo bueno…amueblarla…mesas, sillas, neveras y tumbonas, componen el hábitat del dominguero…todo ello distribuido, de manera armónica bajo los parasoles, conforman una agradable estancia, la cual parece haber sido pensada y diseñada por un gurú del feng shui…zona de comida, descanso y ocio, todo recogidito pero bien diferenciado, para que todos y cada uno de los miembros de la familia, disfruten al máximo de la jornada…

…porque eso si, el dominguero no va solo…un domingo sin la suegra, el tio, el cuñao, los primos y los niños no tiene sentido…todo un árbol genealógico unido por la crema Nivea.

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Y a disfrutar del día!!! Una legión de mujeres se disponen a coger a los niños entre sus piernas, para embadurnarlos en crema solar, mientras los hombres de la familia se encargan de inflar el arsenal de flotadores, colchonetas y manguitos…la abuela, es la encargada, desde su sillón, de dirigir y organizar el trabajo… «María, mira a ver ese niño que no lleva gorra», «Juan, mira a ver el niño que está muy hondo», «Manoli, ese niño se está quemando, échale más crema»…una organización envidiada por cualquier empresa alemana.

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Y de aquí por delante, esperan horas de baños, juegos de palas, castillos de arena, construcciones de diques para cuando suba la marea, enterramientos humanos, alguna que otra cubetada de agua para el que sea mas de secano, baños eternos, peleas por las colchonetas, torres humanas en el agua, peleas de tierra mojada, mini-piscinas para los más pequeños y…A COOMEEEER!!!! tortillas de patatas, gazpacho, embutidos, patatas alioli, empanada, aceitunas, cervezas, tintos de verano, bocatas, sandía, ciruelas, melón…y ahora la abuela dice…DOS HORAS DE DIGESTIÓN, EH!!!…mas y mas crema, siestas, remojones, arena, sol, risas, llantos…MAS COMER!!! el cafelito, los zumos, el bocata de nocilla, los dulces…Y LLEGA LA HORA DE IR RECOGIENDO… «¡¡vamos, salirse ya de agua!!», enjuaga bañadores, flotadores, manguitos, cubos, palas, niños, sacude toallas, seca, desinfla y recoge las sombrillas y la maravillosa sábana de flores, para no faltar el próximo domingo…

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Y…¿¿de verdad quería perderme esto??»

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