¡¡¡Me pilló!!!…esto lo sabía yo…buaaa que si lo sabía…era inevitable y predecible, si es que me pasa toooooodos los años…no sé ni por qué me sorprendo…bueno, no me sorprendo, más bien me maldigo por ser reincidente…en fin que me lo como con «papas»…
…me como los primeros fríos, con la ropa de verano en el armario…
Sí, sí, que nadie se eche las manos a la cabeza, ni piense cosas raras de mí…he de decir a mi favor, que hasta ayer mismo estábamos a veintisiete grados, con manga corta, y sin usar chanclas por vergüenza, porque desde luego, el tiempo estaba para llevarlas…es más, llevo todas estas semanas atrás con mi frase recurrente en estas situaciones… «si fuera abril, estaríamos todos en pantalón corto y en la playa»…sí, porque no sé por qué, a la misma temperatura, nos comportamos de manera diferente en primavera o en otoño…tal y como he dicho, con veintisiete grados en abril, estamos comiendo helados, poniéndonos chanclas y pasando el día en la playa, pero si sucede lo mismo en octubre o noviembre, estamos sudando la gota gorda, pero comiendo castañas y boniatos asados…¿que por qué?…pues no lo sé muy bien…supongo que por ese ansia viva que nos han inculcado los comercios y las firmas de ropa, que nos hacen tener un abrigo colgado en el armario desde Agosto, y claro, en octubre el afán por ponérnoslo, supera con creces al calor que podamos tener.
Bueno, dejando a un lado este comportamiento extraño del ser humano, diré que por aquí carecemos de entretiempo, en mi querida Huelva, estás vestida de verano y tomando el sol, y al día siguiente tienes que ponerte chaquetón y gorro de lana…sí, aquí no hay termino medio, o te asas de calor o te pelas de frío, así que la gente previsora y que lleva su vida con un cierto orden, cuando van llegando estas fechas empieza a, por lo menos, ir sacando algunas prendas de abrigo, para poco a poco, ir haciendo el temido cambio de armario…después está la gente como yo, que desde septiembre está diciendo, «este año no me pilla el toro» y al final me pilla la ganadería entera.
Sí, hoy me he levantado, y al sacar la nariz a la calle, por poco se me hiela…¡¿¡¿y ahora qué, eh?!?!…¿¡¿Ahora queeeé?!?! Pues nada, ahora saldré a la calle hecha una mamarracha y la casa pasará algún tiempecito como una zahúrda…sí, sí, sí…me veré en la calle con la ropa que salga del primer jalón del canapé, que no suele ser ni la mejor, ni más favorecedora y mi casa estará un mes y medio lleno de montañas de ropa por los rincones…buffff, que pereza.
Además que no sé como lo hago, pero termina el invierno y yo todavía sigo con algún montón por lavar…vamos que hay prendas que llevan años viviendo en el cesto de la ropa sucia, o en lugares habilitados para ellos…no tengo remedio. Sobre esto no es la primera vez que hablo, ya os comenté algo en el pasado cambio de armario, y como demostración tangible de que lo que escribo es cierto, diré que todavía hay algún que otro montón de ropa de verano, esperando ser lavada y colocada en el armario…pobrecitos míos…ya para otro año será…ahora le toca el turno a la ropa invernal…ahora es el turno de que chalecos y bufandas pululen sin rumbo por mi casa, anhelando pacientemente una alineación de astros, para que me de por cogerlos, lavarlos y colocarlos en el armario.
En fin…no voy a darle mas vueltas y me voy a poner a ello…a la pobre lavadora le espera unas duras jornadas de trabajo, las cuales no sé si podré pagárselas…bueno, se lo pagaré con unos días de vacaciones, que tampoco me vendrán a mí, nada mal.
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