Sí, sí, sí…lo soy, soy una mamá perruna…y que nadie me venga con el rollo de que quiero cubrir el vacío que tengo, por la ausencia de un hijo, porque para nada, cada cosa es lo que es, y cada amor tiene su espacio…aunque bueno, pensándolo bien, es probable que después de este post, me caiga alguna que otra crítica de mamis ofendidas por la comparación, pero bueno, no me importa demasiado, y no me importa demasiado porque hoy, tambien es mi día…hoy es mi día, porque no me siento diferente a cualquier mami, al decir que con Kinta, me ha cambiado la vida.
Me cambió la vida cuando llegué a casa, y vi como el Rubio la sostenía en su regazo…recuerdo como me miró con esos ojillos redondos y expresivos que me enamoraron en un solo segundo…recuerdo como me fui corriendo a comprarle lo necesario para, por lo menos, empezar su nueva vida con nosotros…comedero, bebedero, su camita, una mantita…
…recuerdo sus primeras noches, y como el Rubio y yo aguantamos estoicamente sus incansables llantos y pataleos, para así enseñarle que ese sería su sitio de dormir, y no otro…recuerdo su actividad desenfrenada y como conseguía paralizarnos cuando se quedaba dormida…ni una palabra, ni un suspiro, prácticamente ni respirábamos para evitar que se despertase y volviera a querer jugar mordiéndolo todo…recuerdo la destrucción masiva de la decoración de mi casa, donde ya el feng shui y el equilibrio cromático importaban una mierda, porque todo estaba lleno de mantas con estampados imposibles, empapadores y mordedores de mil formas y colores…recuerdo como el papel de cocina y el limpiador de suelo se convirtieron en parte de la decoración del salón, y como el cántico «¡muy bien!» pasó a ser nuestro himno cuando nuestra pequeña conseguía atinar, y hacer sus cositas dentro de los lugares habilitados para ello…recuerdo como el Rubio llegaba de trabajar y me encontraba llorando y diciéndole «¡¡llévatela eh!!…¡¡llévatela un rato!!», porque el trabajo o los quehaceres caseros eran imposibles con ella al lado…si no la escuchaba, malo, si la escuchaba, peor todavía, el caso es que sin ser mala ni dañina, la genética la había dotado, de unas pequeñísimas, pero a la vez afiladísimas armas destructoras, que aniquilaban todo los que se ponía por delante…recuerdo la desesperación por no obtener los resultados esperados en su aprendizaje y pensar, ¿¿pero que estamos haciendo mal?? Recuerdo las noches en vela, cuando enfermaba, y la angustia y pena profunda cuando me miraba con sus ojillos febriles…recuerdo sentir el miedo más atroz, cuando por sus locuras de jovenzuela, nos vimos en angustiosas visitas al veterinario…recuerdo sentirme feliz, muy feliz al verla jugar con amigos perrunos, que le doblaban el tamaño, y comprobar así, que era una perrita feliz y nada temerosa…recuerdo sentir orgullo cuando alguien me decía lo bonita que era o lo bien educada que estaba…
Entonces, considerar éste, como mi día, no es nada descabellado porque, sinceramente, he visto situaciones humanas, asombrosamente similares a la vividas con Kinta…he visto como amigos corrían tras sus hijos, y estos, divirtiéndose mucho, les hacían quiebros entre las mesas de los bares, que ni es mismísimo Messi, cosa que no dista demasiado, de mis carreras detrás de Kinta, cuando en alguna ocasión ha cogido algún que otro animal muerto…y esa «divertida» estampa de una madre que llega al baño, y encuentra a su pequeñita embadurnada con sus cremas y maquillaje, tampoco dista mucho, de cuando Kinta ha tomado el destrozo de mis calcetines como divertimento máximo…el tratar de llevar rutinas férreas, para el correcto desarrollo de los hijos, tampoco es muy diferente a mis horarios de juegos, salidas y comidas….y que alguien me diga la diferencia entre el duro proceso de la retirada del pañal, con sus consiguientes fugas, y nuestro periplo para enseñarala a hacer sus cositas en la calle.
Y cuando pasa por el salón a toda pastilla con las orejas hacia atrás, como diciendo, «no me ve nadie, no me ve nadie»…eso conlleva un «¡¡nene!! ¡¡mira a ver que lleva en la boca!!…momento muy similar a cuando los padres llevan un rato grande sin escuchar a sus hijos y se dicen el uno al otro «que estarán haciendo, que están tan callados».
Las caídas y «accidentes» propios del juego, y el rescate de Kinta de estanques putrefactos, abrevaderos, tejados y agujeros varios, son tan identicos que me sirven de entrenamiento para mi futura prole. Por no hablar de envenenamientos, obstrucciones intestinales, arrancamientos de uñas y desgarramientos de corneas, que decidme a mi, que diferencia tiene de paletas rotas, brazos enyesados, chichones craneales, rodillas destrozadas, moratones varios u objetos extraños introducidos en diversos orificios corporales…
…pues no veo la diferencia…
Los llantos nocturnos, las pataletas, los vómitos, pipis y las caquitas, las correcciones infinitas, las miles de salidas diarias a la calle para que no huebiera fugas, y las actuales salidas haga calor, llueva o truene, la sonata del ¡¡¡NO!!! y el ¡¡muy bien!!…el olor a pienso en mis bolsillos, el cambio visual de mi casa, la redistribución de objetos peligrosos, el poner por delante la practicidad, la comodidad o su propio placer, a la estética, las eternas jornadas de juegos en las que nos cansamos nosotros y no ella, el no dejar nada al «ya lo vamos viendo», las visitas al veterinario…
…no hay diferencia…
Pero tal y como, incomprensiblemente, dicen las mamis…
…todo esto COMPENSA.
Compensa porque recibo amor a raudales, porque nadie me recibe al llegar a casa como lo hace ella, porque cuando siento su respiración mientras duerme sobre mi, el placer, la felicidad y la satisfacción que me produce es infinita…notar como se siente segura y querida en mis brazos, no tiene precio, esa relación y ese vínculo que se crea con solo una mirada, es indescriptible…verla disfrutar con absolutamente todo, es alegría pura, porque tan solo con su compañía, me lo da todo, porque ella me hace sentir que soy merecedora de amor y ademas de manera incondicional, porque ella es la única en el mundo, que ama mis carencias y perdona todos mis fallos…
…siempre compensa…
…sé cuando tiene frío, hambre o miedo…sé cuando se encuentra mal, cansada o abatida o cuando está extremadamente feliz…sé lo que le pasa en cada momento sin necesidad de una sola palabra…le encanta jugar y tomar el sol, los peluches y los paseos por el campo…odia el agua y los gritos, le dan brotes de amor desenfrenados y cuando está muy cansada busca mi regazo para acurrucarse…jamás se tumba en el suelo ni permite que se le mojen las patitas, siempre tiene frío y no soporta el viento…ésta es mi perrita la cual, lógicamente, no es mi hija, pero si constantemente decimos que una madre no es la que da a luz, sino la que ama, cuida, educa y se sacrifica…
…llamadme loca si entiendo, que entonces yo, sí soy su madre.
2 Comentarios
Pon un perro en tu vida y verás como todo cambia. Son muy fieles y los mejores compañeros.
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Feliz día.
Great post.